Me he despertado con dos maravillosos mensajes que me han
alegrado el día. Además, en un
principio, Ibone y yo no entrabamos a trabajar hasta las siete de la
tarde, por lo que teníamos todo el día por delante.
Poco más tarde, viene Maty con dos chicas nuevas rusas,
Tatiana y otra que no me acuerdo de su nombre. Esta segunda estuvo aquí el año
pasado pero no saben por cuánto tiempo se van a quedar este. Estas nuevas
chicas son más simpáticas y animadas, por lo que he visto hasta el momento de
ellas me caen muy bien. Una tiene la edad de Ibo y la otra la mía.
También a nosotras nos ha traído algo Maty, la malísima
noticia de que Ibone tenía que trabajar a las cuatro, pobre de ella. ¡Ah! Y que
esta semana no íbamos a tener días libres. ¡Noooooooo!
Sergei ha recapacitado sobre nuestra discusión de ayer y le
ha comprado una monada de collar a su novia. Nos ha contado que hace un tiempo
su novia y el vieron atado en un lugar (no me acuerdo donde) un candado con una
cadena de corazón en la que salían justamente sus nombres puestos en ella. La
chiquilla le debió de decir que le gustaría uno así, pero su pueblo debe de ser
tan pobre que no los hacen (o eso nos ha dicho él).
Cuando se me ha ido Ibo me he quedado vagueando por casa y
tras tres horitas, con muchiiiisima pereza he ido a trabajar con las rusitas
nuevas.
Hoy he estado todo el rato haciendo “samples”, en un
principio había pensado quejarme quejarme y quejarme, pero he decidido que se
me da genial, no hay que hacer nada. Repito la misma frase una y otra vez y
relleno vasitos de papel del liquidito ese. Pues oye, tampoco es un trabajo tan
duro. Aunque los pies me duelen muchísimo de estar quieta todo el rato
Sergei ahí estaba, molestando todo el rato, haciéndose el
machito y quitándome el trabajo, hasta que por fin la jefa le ha dicho que se
fuera. Al cerrar han tenido una discusión gigante, porque él no hace más que
quejarse.
Al salir del trabajo he conocido al noviete de Olga, un colombiano
de unos treinta años. Eso sí, hay que mirar la parte positiva, le lleva del
trabajo a casa en coche, y además se pasan por Walmarkt a hacer unas compritas.
Así yo también quiero. No, no me refiero a un novio, sino un chofer al que yo
le permita amablemente acercarme a casa, y si nos vamos también de compras pues
mejor que mejor.
Ya en casita y habiendo cenado lo mismo que llevamos
comiendo estos tres días me voy a la cama. Más nos vale hacer la compra mañana,
que Ibone conmigo hace lo mismo que le hace mi padre a mi madre cuando se van
de vacaciones: matarla de hambre.
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